Repensar el patriotismo

Repensar el patriotismo
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La poesía

La cultura en tiempos del civid

A la lectura

Óscar Chávez

Aute, el poeta.
  
NOV
23
2015
Rafael Orozco Flores Morelia, Mich. Hace algunos años llegó a mis manos el Diario de Debates del Congreso Constituyente del que emergió la carta magna que hoy nos rige. Un documento valioso que da cuenta no sólo de los argumentos que esgrimieron los señores diputados en la discusión de cada artículo, sino la vehemencia con la que algunos de los constituyentes defendieron principios elementales en torno a la educación y la posesión y el dominio de la tierra, entre otros asuntos que conformaron, en aquel tiempo, a la nación mexicana.
Recuerdo que me emocioné genuinamente cuando leí el alegato del michoacano Francisco J. Múgica en torno al artículo 27 constitucional, que habla del dominio de la tierra y sus frutos (entre ellos el petróleo). En una parte de esa intervención en particular, Múgica maldice la revolución, la maldice mil veces bajo el argumento de que no se puede consentir que una ley (la Constitución) pueda ser injusta con los desposeídos y los dueños originarios de los bosques.
Aseguran los teóricos que para la consolidación de un pueblo, de una nación, los "mitos fundacionales" tienen una importancia suprema al dar forma y cohesión al conglomerado social en un tiempo y territorio determinado; son parte de la identidad de los pueblos y con ello dan sentido de pertenencia a cada individuo.
Para los mexicanos en general, los mitos fundacionales que nos dan sentido identitario y del que nace nuestra mexicanidad, es justamente la Revolución Mexicana, la lucha por la independencia y, por qué no decirlo, la nacionalización del petróleo.
Sin embargo, algunos de esos hechos o mitos ya anclados en el inconsciente colectivo, pueden desdibujarse e incluso perder su sentido, cuando no hay la información y la retroalimentación necesaria; cuando no entendemos cómo encajan en el contexto actual los hechos gloriosos de la historia patria o de la llamada "patria chica" comparándola con lo que pasa cotidianamente.
¿Qué significa para un niño de primaria, por ejemplo, escasamente preparado, que lo lleven a un acto cívico o a un desfile por la calle principal de la ciudad? Creo yo que muy poco. Y cada año, en cada fecha del calendario cívico, se repiten las mismas fórmulas, los mismos discursos cascados y huecos; se reeditan los mismos enojos y las mismas frustraciones por no llegar al trabajo, a la escuela, a la cita médica, etcétera, por la arbitrariedad de cerrar vialidades desde las siete de la mañana, so pretexto del desfile de las once.
Repensar el patriotismo, para mí, es transformar o de plano romper los paradigmas del siglo XIX, que nos han enseñado que se rinde homenaje a "los héroes que nos dieron patria", bajo el siguiente esquema: presentación del presídium e invitados especiales; arribo del Lábaro patrio; canto colectivo del Himno Nacional; retiro de la bandera; discurso del ciudadano X; intervención musical a cargo del Coro del Cotolengo de Santa Eduviges; despedida y agradecimientos. Todos conocemos este programa. Lo siguen puntualmente el Congreso del Estado, la Presidencia de la República, los gobiernos estatales y municipales, las universidades públicas y privadas; las escuelas de palitos y las de cristal. Es un esquema caduco, pero que sin duda seguirá in sécula seculórum.
Repensar el patriotismo es, más profundamente, aspirar y trabajar en la construcción de ese país en el que soñaron los hombres y mujeres de los que se habla en los discursos: justo, sin abusos, igualitario, democrático. Paradójicamente valores que no se ven todos los días, ni siquiera en los festivos.

Contacto roflores7@yahoo.com.mx


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