¿Que se aplaque el Papa?

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FEB
08
2016
Julio Santoyo Morelia, Mich. Hay visitas que obligan a barrer la casa, a poner en orden los muebles. Pero hay visitas que fuerzan a cubrir o a esconder las cosas dañadas, que dan mal aspecto. Es inevitable, la visita del Papa ha puesto nerviosos a los gobernantes, sus anfitriones, y es que la casa está impresentable. Todo fuera como muebles rotos o paredes manchadas. Tenemos miles de desaparecidos; un gobierno descompuesto por la corrupción y la ineficiencia; una delincuencia organizada, que como el mito de la Hidra de Lerna de múltiples cabezas, le brota una nueva con cada corte; un clima de violencia que no cesa y que incrementa la fatídica cifra de asesinados; tenemos una sociedad cada vez más empobrecida y una vergonzosa minoría cada vez más acaudalada; una nación devastada por el ecocidio permanente, perpetrado en nombre del progreso; un sistema de justicia de pena ajena, que se ensaña con el débil y concede gracia al poderoso. Esta es la casa que visitará el Papa a mediados de febrero.
Imposible ocultar tanto. Además, cómo ocultarlo si este desastre ya es un lugar común en la información que sobre México circula globalmente. Lo que afirmó el semanario "Desde la fe" de la Arquidiósisis de México en su editorial del 31 de enero, sobre la incapacidad de los gobiernos de todos los niveles para frenar al crimen organizado, realmente no es nuevo para el entendimiento de los mexicanos. Esa es una afirmación que circula con tanta regularidad en medios impresos, electrónicos y redes sociales que no nos sorprende. ¿Pero, porque entonces la irritabilidad desde el gobierno? Por una sencilla razón, que durante 6 días los ojos de la mayor parte del mundo estarán puestos en la casa visitada. Serán 6 días en los que ni las fabulosas cantidades de dinero que manejan las oficinas de comunicación social del gobierno federal y de los estados podrán impedir que la prensa internacional busque o se tope cara a cara con historias dignas de ser publicadas urbi et orbi en el contexto de la visita papal.
Más valdría un reconocimiento anticipado del gobierno mexicano de la magnitud de los problemas que de antemano se sabe le preocupan al Papa porque afectan a la grey católica y a todos los mexicanos. Millones le podrán decir al Papa y a la comunidad internacional, ya sea de viva voz o a través de las redes sociales, cuál es su dolor. Hablarán de la injusticia social, hablarán de violencia, de asesinados, de desaparecidos, de migrantes, de corrupción, de gobiernos incapaces. No son cosa distinta los corderos del señor, las ovejas del rebaño que los pastores de la iglesia buscan cuidar de los ciudadanos que reclaman sus derechos. En la actualidad la expresión religiosa y cívica de las personas no se excluyen, una y otra se expresan como un derecho esencial que se ejerce sin más por los mexicanos.
La sacudida que la visita papal dará a la agenda de los grandes problemas nacionales es inevitable. Aún no está en el país y varios temas que habían sido enfriados en los medios de comunicación están de regreso. La violencia en Michoacán, uno de ellos, ya está siendo referido por la iglesia mexicana y por el propio Vaticano. Imposible pedirle al Papa que se aplaque. Hay cosas que no se pueden ocultar.
Que los temas que desea abordar el Papa tengan una connotación social evidente no debiera sorprender. El acercamiento de la iglesia católica con sus creyentes a través de la consideración de los problemas que le duelen a sus seguidores es una vía que históricamente le ha dado buenos resultados y que en parte procede de un hito narrado por el apóstol Pedro, que cuando salía huyendo de Roma por la persecución de Nerón en el año 64 encontró en el camino a Jesús a quien le preguntó ¿Adónde vas señor? ("¿Quo Vadis, Domine?"), a Roma "a que me crucifiquen por segunda vez".
Los tiempos son otros, algunos sufrimientos son semejantes, el sucesor de Pedro en Roma desea estar con el pueblo violentado, asesinado, de desaparecidos, olvidado por el gobierno, que vive la injusticia, que sufre la migración, que se duele de la pobreza, y dice no viene a ofrecer soluciones, pero su voz sin que aún se pronuncie ya tiene preocupados a los gobernantes, y pudiera ser una voz valiosísima para que los gobiernos atiendan la agenda que no han querido atender.
En seis días los reflectores serán del Papa no tanto de los gobernantes, "el México de la violencia, de la corrupción, del narcotráfico y de los cárteles no es el México que nuestra madre quiere", ha dicho. Muchos egos sufrirán.


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